16 de febrero de 2010

La naturaleza como ente antisocial responsable de nuestras desgracias

Hace muchos años, cuando participaba con cierta regularidad en un foro para viajeros, me tocó ver como una persona se quejaba de la falta de señalización en un sitio donde un joven extranjero tuvo la idea de escalar un muro de roca para lanzarse desde lo alto de una catarata, algo que algunos locales hacen con cierta frecuencia pero que obviamente conlleva un alto nivel de riesgo y no es una actividad que sea incentivada de ninguna forma. Es cuestión de sentido común, y resulta absurda la necesidad de un letrero advirtiendo las obvias consecuencias de una acción donde la simple contemplación del “trayecto” tiene un efecto disuasivo. Las secuelas del arriesgado acto en cuestión fueron fatales, y no deja de ser lamentable cuando algo así ocurre, pero en este caso invocar la falta de advertencias es negar la responsabilidad real del protagonista.

Lo anterior vino a mi memoria en días pasados, luego de un mortal accidente de tránsito donde un motociclista y su acompañante ingresaron a gran velocidad al boulevard de Rohrmoser y se estrellaron contra un árbol. Surgieron entonces algunos dolientes y expertos en la materia alegando sobre el peligro que representan dichos árboles que se ubican en la jardinera que divide la vía. Talvez si no hubiera estado ese árbol allí la trayectoria  de la motocicleta y sus pasajeros hubiera sido amortiguada por algún transeúnte salvador en la acera contraria. Así, el culpable del percance es el feroz depredador vegetal y no el irresponsable sin licencia, conduciendo en evidente exceso de velocidad y… ¡con el casco en la mano! ¡Por favor!

¿Qué seguiría entonces? ¿Eliminar todos los postes del tendido eléctrico, paradas de autobuses, muros de contención, barandas, vallas divisorias, señales de tránsito, aceras y demás obstáculos que impidan el libre deslizamiento de los pasajeros que han sido expelidos de sus vehículos? Probablemente habría que prohibir la construcción de cualquier tipo de estructura a 200 metros de la calle: un equivalente a la Zona Marítimo Terrestre aplicada a la red vial del país para proteger nuestros frágiles recursos automotores. Y ¿qué tal si acolchamos las calles para atenuar las caídas también?

¿Selección natural estabilizadora, alguien?
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5 de febrero de 2010

Mi voto por el fin de la mancuerna cleptocrática

A escasos días de las elecciones, sigo aun sin identificarme plenamente con alguna de las opciones. No creo haber tenido antes tanta dificultad para escoger a quien darle el voto, por lo que me he tragado todos los debates, planes de gobierno e infinidad de artículos, foros, discusiones y demás fuentes de información. Ya estoy prácticamente decidido, aunque muy probablemente emitiré ese sufragio “arrugando la cara”, pero de lo que si he llegado a convencerme es de que ya no es sano seguir bajo el reino del PLUSC, uséase, gobiernos alternos de los partidos Liberación Nacional y Unidad Social Cristiana. Después de décadas turnándose el trono, es tal el grado de institucionalización de la corrupción que ya no hay cara en que persignarse.

Los hechos de corrupción relacionados con el PUSC han sido quizás los más sonados, pero el descaro e impunidad en el caso del PLN, particularmente el actual gobierno (tomado del Fusil de Chispas), es aun más preocupante, máxime cuando las encuestas indican que son estos quienes tienen las mayores probabilidades de ganar la contienda electoral.

Y no es que realmente me desagraden los candidatos. Laura Chinchilla puede ser firme y honesta, como reza su slogan, pero siempre y cuando no choque con los intereses de sus “patronos”, pues su silencio y evasivas ante los cuestionamientos relacionados con el gobierno de los Arias demuestran que es mayor su lealtad hacia los mismos que la dupla de valores que esgrime en campaña. Y su plan de gobierno también tiene puntos muy rescatables, pero en la práctica el otrora partido social demócrata ha demostrado ser inconsecuente con su ideología. Lo mismo sucede con Luis Fishman, quien parece haber adoptado, infructuosamente, la pose populista que le funcionó a Abel Pacheco hace 8 años: el problema radica también en el verdadero poder detrás del trono. Tanto así que su programa de gobierno fue hecho a la medida para un eventual mandato de Calderón, mencionado incluso su apellido en algunas partes del documento.

Así, y a sabiendas que es imposible solucionar todo en un periodo, mi voto el domingo 7 de febrero indiscutiblemente será para alguien que interrumpa la cadena cleptocrática bipartidista, y que tenga la actitud y capacidad para aplicar un riguroso tratamiento aséptico al sistema.
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